Alguien que es la cabeza orgánica y debería ser la cabeza moral de la institución que se ocupa de tan nobles tareas, sigue ahí, atrincherado, a pesar de que sus subordinados en la estructura jerárquica tienen que decidir si en su jefe concurren o no indicios de delito y si deciden acusar o no. El ácido que supone la continuidad del Sr. García Ortiz es tan obvio que demuestra, antes que nada, que nunca fue digno del cargo, porque de valorarlo y encarnarlo adecuadamente, habría corrido a presentar su renuncia.