Al poco tiempo de comenzar la Primera Guerra Mundial, la estrategia defensiva británica sugirió un sistema principal de trincheras de tres líneas paralelas. Estas nunca eran rectas, sino que se cavaban en un sistema dentado que convertía la línea en segmentos conectados por galerías. Esto implicaba que un soldado no podía ver más de 10 metros a lo largo de la trinchera. El aburrimiento y la melancolía no eran, ni mucho menos lo peor de la vida en estas zanjas de la muerte.
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