Perderse por las callecitas de Roma supone un viaje sin escalas hacia el pasado. Y en lo que respecta a sus históricos monumentos, anfiteatros, fuentes, templos y vestigios del foro romano, estos conforman la quintaesencia de una ciudad que en cada trazo esconde miles y miles de años de historia. Pero entre sus obras maestras, hay una en particular que reluce cada 21 de abril: cuando la luz del sol ingresa por el óculo del Panteón de Agripa de forma cenital e ilumina la puerta de entrada.
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