Las vacantes abundan, pero el entusiasmo escasea. Ni siquiera los jóvenes muestran mucho interés. La nostalgia industrial no paga facturas ni mejora condiciones laborales. El discurso político ignora la experiencia real. Las fábricas no desaparecieron solo por la globalización; muchas ofrecían sueldos bajos, beneficios mediocres y poca flexibilidad. Eso no ha cambiado. Por eso, incluso con medio millón de vacantes, el sector no logra atraer suficiente mano de obra local. De ahí que muchos en la industria pidan aumentar la inmigración.
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