Estos cultivos (existen más de 3000 variedades) no pasan por los test de bioseguridad de un transgénico ni se evalúa su impacto ambiental. No convocan manifestaciones de Greenpeace ni los activistas reclaman que se etiqueten por su derecho a saber. Ah, y también se patentan. ¿Debemos echarnos las manos a la cabeza y correr en círculos? No: los cultivos mutados han demostrado que son seguros y llevan en nuestra cesta de la compra desde hace décadas. Este doble rasero debe hacernos reflexionar sobre como la opinión pública enfoca los transgénicos
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