Lo primero que llamó la atención a los evaluadores fue la avanzada edad del solicitante: 50 años. Parece un poco tarde como para meterse en una universidad donde, todo el mundo sabe, hay que empezar de jovencito. En segundo lugar, su nivel de estudios, según constaba en su expediente, era muy incompleto: ni máster ni, consiguientemente, doctorado. Solo un título de grado medio en ciencias básicas en un centro religioso. Solo por eso ya podía ser rechazado ya que dicho requisito ya constaba en la convocatoria de la plaza.
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