Los agricultores europeos serían desplazados en el competitivo mercado mundial de granos, ante la hostilidad de los consumidores del bloque hacia los organismos genéticamente modificados (GMO), desalentando la investigación y la producción de cultivos de alto rendimiento y resistentes a las plagas. La Unión Europea aprobó sólo un grano transgénico para cultivo: el maíz resistente a insectos MON810 de Monsanto. Una feroz oposición llevó a Alemania, Austria, Grecia, Hungría, Luxemburgo y Bulgaria a prohibirlo.
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