Durante la Segunda Guerra Mundial, muchísimos de los vehículos en Europa fueron modificados para funcionar con... madera, debido a la carestía de combustibles fósiles. Los coches "a leña" no parecen una solución "elegante" (más bien steampunk) a la subida del precio de los hidrocarburos y al calentamiento global, pero son sorprendentemente eficientes aún comparados con sus equivalentes a gasolina y poseen una autonomía similar a los modernos coches eléctricos.
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