El mejor antídoto frente al totalitarismo es el humor. Así lo entendieron los creadores rusos que tras la muerte de Stalin comenzaron a producir arte en medio del océano de la dictadura soviética. Humor, ironía y romanticismo, entendido esto último como una huida hacia lo infinito. Lo contó ayer el filósofo Borís Groys, comisario de la exposición «La ilustración total. Arte conceptual de Moscú 1960-1990», que desde hoy se puede ver en la Fundación Juan March.
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