Dar la cara es complicado. Más aún cuando ya se han agotado las lágrimas; cuando dormir se ha convertido en una quimera; cuando buscar trabajo es una carrera de obstáculos; y cuando las únicas llamadas que se reciben son las del banco: a cualquier hora, cualquier día de la semana y con el mismo tono que macera suficiente agresividad y amenaza como para optar por apagar el móvil. Al final del túnel la única luz que se ve es la de la calle: un destino compartido si el desahucio se completa. "Vives en una incertidumbre total" dice un afectado
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