Microsoft ha logrado un entramado de intereses con la industria del hardware y del software donde su papel omnímodo es el de dirigir todo el cotarro. Un poder excesivo que convierte a los usuarios es esclavos. Ahora el verdadero negocio se está trasladando a los contenidos y la poderosa industria del copyright de los EE.UU. Comprar productos propietarios que apuestan por arquitecturas cerradas es una forma de consumo irresponsable.
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