Temiendo por su vida en medio del océano Atlántico, el entonces presidente Aznar llamó al rey Juan Carlos para darle instrucciones. Si el avión no podía desplegar el tren de aterrizaje y se estrellaba, en su cuaderno azul estaba el nombre de su sucesor. La anécdota, que le ha valido críticas por tratarse de "una demostración clara de que Aznar trazó su sucesión como solo lo hacen los monarcas con poder absoluto o los líderes de regímenes no precisamente democráticos", según la crítica de El Mundo, dejó un cabo suelto.
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