Hace setenta años, un frío y luminoso día de primavera, envuelta en su abrigo y ayudada por su bastón, la mujer salió de su casa y se dirigió hasta la orilla del río Ouse, llenó de piedras sus bolsillos y se arrojó al cauce de agua. Su cuerpo fue hallado casi un mes después. Dejó una carta dirigida a su esposo, que finalizaba diciendo No creo que dos personas pudieran haber sido más felices de lo que lo hemos sido nosotros. La mujer se llamaba Virginia Woolf.
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