Vivía en Haarlem, un barrio medio de Amsterdam, donde el 5 de marzo -hace quince días- le dió un derrame cerebral. Desde ese momento, y hasta hoy mismo (jueves, 20 de marzo), está atrapado -literalmente atrapado- en una maraña cruel, brutal, víctima de la sanidad holandesa, ya sea por negligencia médica o racismo -o ambas cosas a la vez- y sin poder dejar el país. De nada le han servido su tarjeta sanitaria española validada ni los convenios sanitarios de la Unión Europea.
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