Muchas tecnologías tienen una aplicación intencionada, la que pensaron sus creadores, y una segunda, descubierta por sus usuarios. Un ejemplo: abres tu nevera y encuentras una zanahoria, un huevo y una bolsa de macarrones. Gracias a Google recetas puedes hallar la fórmula para hacer un plato que te apañe la cena, una aplicación que no contempló inicialmente el buscador.
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