En los bosques de Canadá y Estados Unidos, un rito de cortejo muy peculiar tiene lugar cada otoño. Si tus ventanas no están cerradas a cal y canto, quizá puedas oír los tiernos sonidos del coito entre puercoespines. ¿El problema? Las púas, claro está. El puercoespín norteamericano (Erethizon dorsatum) está equipado con alrededor de 30.000 dagas tan afiladas como una aguja. Por ello, allí donde los machos de otras especies recurren a la fuerza bruta, el puercoespín debe emplear el arte de la persuasión si quiere tener acceso a su hembra.
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