Abhimanyu tiene mucho mérito. Onir estaba hartito de ver cómo los grandes estudios prefieren dejarse una fortuna en un proyecto que pueda fracasar a invertir en cine modesto con más posibilidades de recuperar los gastos. Así que hizo lo que todo hijo de vecino hace cuando se siente solo: se metió en Facebook. Sólo que ese día de junio de 2009, en lugar de quejarse en su muro, creó una página de su película no-nata. Una nueva modalidad del crowfunding que, en líneas generales, venía a decir que es triste pedir, pero más triste es robar.
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