Desde lejos, contemplar la Ola producida por miles de personas perfectamente sincronizadas puede resultar un espectáculo más hipnótico que el mismo partido de fútbol disputado por un puñado de orangutanes tras un trozo de caucho. Y es que la Ola implica modelos matemáticos excitables que normalmente se emplean para comprender fenómenos inanimados, como la propagación de un fuego en un bosque o la señal eléctrica por un músculo cardiaco. Sí, como si los asistentes al partido de fútbol fueran seres sin inteligencia.
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