Cuando Paul Ryan era un niño en Janesville, una pequeña ciudad entre Milwaukee y Chicago, sus padres, de origen irlandés y cinco generaciones en Wisconsin, le enseñaron "el poder de los incentivos". Cuando sacaba sólo un notable le reducían su paga de cuatro a dos dólares. Si la nota era un suficiente, se quedaba sin nada. "El trabajo duro se recompensaba, y vaguear se penalizaba", cuenta ahora Ryan. Cuando empezó a estudiar Economía, el futuro congresista entendió la lección de sus padres como un ejemplo del espíritu nacional. "Somos un país
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