Estoy hasta la coronilla, y bastante más arriba aún, del universo reducido al absurdo de un vídeo. O de una imagen. O de una estampa, así sea bíblica. Así sea la estampa de Javier Krahe tratando de asarse un Cristo al horno como si fuese un corderito a la sepulvedana. Casi lo mandan a galeras ¡en pleno siglo XXI! por eso. Eso sí que habría sido hacer el ridículo internacional, no lo de Garzón.
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