"La corrupción puede arruinar la economía más boyante, como se demostró en Argentina o Zimbabwe. [...] Sufrimos una clase política profesionalizada desde su juventud, que concibe el servicio público como un modo de vida cómodo sin el esfuerzo de estudio o de trabajo que exigen otras ocupaciones, que se entrega al saqueo del presupuesto. Nos rodea un panorama desolador ante el que hemos de reaccionar antes de que la porquería nos ahogue y la vergüenza sea nuestro único consuelo".
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