De una campana electoral se espera que encauce racionalmente las emociones colectivas y proponga políticas que los ciudadanos puedan valorar y elegir. Todo lo contrario de esa muestra sublime de la patología de la queja que consiste en acusar a la Agencia Tributaria de ensañarse con los catalanes mientras deja que Andalucía se convierta en un paraíso fiscal. Lo contrario también del discurso xenófobo que convierte a los inmigrantes en el chivo expiatorio de nuestros problemas.
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