Durante siglos no fue más que materia desechable. Tejido ensangrentado que una vez nacido el bebé no valía para nada. En los años noventa llegó la revolución: se descubrió que la sangre del cordón umbilical era muy rica en células madre, así que ¿por qué no congelarlo y utilizarlo para combatir enfermedades sanguíneas? Miles de familias pagaron entonces, y siguen pagando, entre 1.500 y 3.000 euros de media por conservar los cordones umbilicales de sus hijos. La crisis ha hecho descender entre un 25 y un 30% el número de familias que lo guardan
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