Un nuevo Estado catalán tendría dos opciones: o crear una moneda propia o adoptar el euro. Es obvio que la primera opción provocaría inflación, con la consiguiente necesidad de devaluar –es decir, de empobrecerse–, una inmediata salida de capitales y un brutal aumento del coste de la vida. Queda la segunda opción: adoptar el euro aun estando fuera de las instituciones financieras de la UE. Tal solución tampoco sería viable, ya que Catalunya no podría beneficiarse de los fondos de liquidez europeos y no podría financiar ni su déficit ni su deuda
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