La universalidad del tono es sólo uno de los muchos sinsentidos del doblaje que están plenamente aceptados. Alguno puede pensar que todo eso está muy bien, pero que los subtítulos los lee su abuela. Y es una postura muy válida. Eso sí, sería mucho más sólida si se sabe lo que se pierde, si consciente del sacrificio que supone el doblaje uno elige la compresión inmediata del texto. Un pequeño ejemplo con Casablanca nos muestra como cosas como el acento sureño de Doodley Wilson y la voz rota y nasal de Humprey Bogart son insustituibles.
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