El apellido Hitler lleva en sí la marca de un pasado dolorosamente reciente: como el nombre de Judas o Calígula, Hitler deja de ser un nombre propio para convertirse en un parámetro del mal, que mediante sucesivas apropiaciones y reapropiaciones históricas deja poco lugar para el personaje histórico y contiene –pues que eso hacen irremediablemente las palabras– siempre más de lo que dice. ¿Cómo, pues, llevar el apellido Hitler? La supervivencia de su línea de sangre se remonta a cinco miembros actuales...
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