El difícil melón del genoma humano. ¿Abrirlo o no?

Hoy es uno de esos días en los que voy a escribir sobre un tema que me resulta incómodo. De vez en cuando me obligo a estas cosas para evitar el apoltronamiento de expresar siempre opiniones acertadas o no, pero asentadas.

Se trata del tema del genoma humano y del evidente sesgo sanitario que produce el hecho de que se haya trabajado especialmente en el genoma de los europeos, dejando de lado, o relegando, otras variantes humanas. Hay un artículo bastante interesante en Menéame al respecto, que es el que me ha obligado a pensar en ello.

La cuestión, como bien dice ese artículo, es que es necesario ampliar la investigación porque hay multitud de moléculas que se desconocen por pertenecer a variaciones humanas menos estudiadas. Y eso me parece impepinable. Difícil de rebatir.

Pero la cuestión, también, es que esto nos devuelve a la casilla de salida de James Watson que,  junto a Maurice Wilkins y Francis Crick, recibió el premio Nóbel de Medicina en 1962 por su descubrimiento de la estructura de doble hélice del ADN. Este científico cayó posteriormente en desgracia por afirmar que las diferencias genéticas eran tan importantes que podían explicar las diferencias de inteligencia y capcidades entre blancos y negros. Sí, un racista convencido, y con bata blanca. No un ignorante cualquiera.

Durante muchos años, y creo que por razones perfectamente legítimas, se ha pasado de puntillas sobre el asunto, aunque aflore de vez en cuando en forma de preguntas sobre por qué casi todos los campeones de atletismo son negros y casi todos los campeones de natación son blancos. Las respuestas, más o menos chorras, dejan claro que el debate es un campo de minas que es mejor rodear, la mayoría de las veces.

Sin embargo, cuando se trata de temas de salud, de los que dependen muchas vidas, ya no es tan fácil mirar para otro lado. ¿Son tan importantes las variaciones genéticas de unas variedades humanas, o razas, o como se le quiera llamar, a otras? ¿A qué afectan estas variaciones? ¿Podemos seguir sosteniendo que las variaciones son importantes porque generan diferentes proteínas, diferentes expresiones de estas proteínas y diferentes fenómenos biológicos, pero no marcan ninguna diferencia apreciable en otros ámbitos como el intelectual? ¿Estamos seguros de que queremos volver a este debate sabiendo lo que determinados grupos harán con él?

La cuestión no es ya si los blancos son superiores estadísticamente a nivel mental a los negros, esa tontería de Watson, o si perfectamente podría ser al revés, o si la superioridad debe asignarse a los asiáticos, o a quien puñetas sea. La cuestión es si esta diferenciación puede categorizar a los seres humanos en una escala, por motivos biológicos. Porque si se puede, se hará. Y si se hace, no va a traer nada bueno. Hay quien piensa, y no bromeo, que los judíos son una raza superior por el número de Premios Nobel que acaparan respecto a su importancia demográfica, o por el número de escritores, músicos y científicos famosos que pertenecen a esa variante, que no raza. A mí no hay quien me convenza de que los judíos son una raza, pero eso ya es otra historia. Lo malo es que los que dicen esas cosas lo dicen en serio, los tíos. Y otros se lo creen en serio, y pasa luego lo que pasa.

¿No podemos permitir realmente que la gente que piensa de ese modo tenga datos detrás de sus ideas?

Ya sé que en cierto modo estoy defendiendo que cerremos los ojos pero, con los años, me empiezo a preguntar si es bueno saberlo todo, si la verdad de veras nos hará libres, o si en realidad nos hará liebres, para huir más deprisa.

¿Queremos conocer de verdad la verdadera profundidad y alcance de estas variaciones genéticas? ¿Queremos saber realmente de dónde salieron las monedas de oro del bisabuelo que usamos para pagar el piso?

No sé yo...