Las puertas se van cerrando. Los extraños no son bienvenidos y menos si son periodistas. Continúo andando. En silencio. El ambiente es extraño y más aún cuando tropiezo con alguna figura humana atada con cadenas en los pies o en las manos (o en ambos) que se asoma por la calle. Son los enfermos, da igual si enfermos mentales o drogodependientes. Aquí son lo mismo: gente poseída por espíritus malignos. Atados o encadenados, esperan que el santón expulse sus demonios
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