Durante la segunda mitad del siglo XIX, y hasta bien entrada la siguiente centuria, la única forma de reproducir en casa grandes composiciones musicales, en ocasiones grabadas de la misma mano de grandes genios como el gran Sergei Rachmaninoff, era contar con una pianola, salvo que uno supiera tocar bien el piano. En los albores del siglo XX esta tecnología tuvo que convivir con el novísimo fonógrafo, los discos de pizarra, luego de vinilo y con la llegada de la radio, pero incluso así se mantuvo como uno de los reyes de la música “enlatada"
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