Si ya es difícil imaginar que los cuerpos celestes curven, abomben, el espacio, más lo es que lo arrastren y lo tuerzan. Lo primero, que se curva, se ejemplifica al poner una pelota sobre un cielo raso: a mayor peso de la pelota, más se hunde la tela. Tenemos así un buen ejemplo, en dos dimensiones, de una importante predicción de la relatividad: que la gravitación universal, descrita por Newton, no es una misteriosa fuerza de atracción, sino una curvatura en el espacio. Al quedar curvado por una masa, los demás cuerpos celestes en movimiento.
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