Entre el ser y nada, entre fármaco estimulante y píldora relajante, debió de erguirse ante él la revelación absoluta del orgasmo, único momento animal que nos acerca a lo divino, no digamos ya si el protagonista de la eyaculación es Jean Paul Sartre. Yo desde luego, de haber nacido mujer, habría hecho lo imposible por tener un asunto con el filósofo, y por supuesto habría escrito también algún librito detallando el acontecimiento. Compasivo y solidario como era, proporcionó a muchas jóvenes el momento estelar de sus vidas.
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