Me llama un amigo mío. Vive fuera de Barcelona. Trabajamos juntos hace muchos años. Me llama para decirme que se muere. Tiene cáncer y le han dado tres meses de vida. Añade: “no te preocupes. Estoy muy tranquilo”. Para animarle un poco, le digo que, dentro de un año, le llamaré para irnos a comer por ahí. Se ríe y dice que por supuesto.
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