Es evidente que en Europa se ha consumado la brecha entre lo que Lacan llamaba el discurso capitalista; Heidegger, “las estructuras de emplazamiento de la técnica”, y los pensadores franceses e italianos, dispositivos biopolíticos. La experiencia de la política ha sido reemplazada por el juego de las opiniones. Se trata de un paradigma “consensualista” que nunca afecta en su ejercicio a las reglas del capital. Este paradigma funcionaba bien mientras se podía sostener el Estado de Bienestar, que mantenía la cohesión social.
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