Cuando Fukuyama formuló su tésis sobre el fin de la historia, no estaba diciendo nada realmente revolucionario: para cualquier sociedad que aspire a ser próspera y moderna, convertirse en una democracia liberal era inevitable. Eso hace que todas esas “conquistas” sean eso, conquistas con carácter irreversible, igual que nadie propone volver a la monarquía absoluta como forma de gobierno, ningún gobierno que quiera ganar elecciones puede proponer, en serio, la penalización del aborto o la ilegalización del matrimonio homosexual.
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