La saturación de los colegios públicos de Picassent, donde desde 2007 el ayuntamiento reclama sin cesar un nuevo centro educativo, ha obligado a escolarizar a medio centenar de niños a dos kilómetros de su casa y ha disparado la picaresca entre muchos padres, progenitores que no dudan en fingir embarazos, separarse legalmente o empadronarse en casetas de campo con tal de que no sean sus vástagos los que tengan que ir a clase en la otra punta del pueblo.
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