En 2078 nació un solo bebé en Bélgica. Un rubio flamenco que se prendió al pecho de su madre con desesperación. No pudo sacar nada de los viejos pezones de Hilda Voorst, de 52 años, un milagro de voluntad por ser madre a pesar de todo. La natalidad belga había descendido a poco más que cero. Las mujeres en edad fértil eran cada vez menos. Y eso condenaba a la desaparición al pueblo belga.
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