El precio de las cosas no siempre está asociado a su coste real. Las modas, la escasez u otros factores psicosociales provocan que productos que antes eran carísimos sean ahora baratos, y viceversa. Un buen ejemplo de ello es la sal, que en el siglo IV costaba su peso en oro, literalmente. Pero hoy quiero hablaros de Japón. Y de uno de sus pescados más caros y famosos. Un pescado que, en realidad, es uno de los más baratos y abundantes que hay.
Comentarios
¡Ya lo dice el dicho!: solo los necios, confunden calidad con precio.
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