Mientras contemplaba la exposición "El botijo" recordé los veranos de mi infancia, asociados irremediablemente a lo que ahora consideramos piezas de museo, pero que entonces nos parecía imprescindible utillaje doméstico: el botijo, y, cómo no, el orinal. Por no citar la bolsa de agua de caliente para los inviernos, sustituida en algunos lugares, como recordaba Rosa, por ladrillos calentados en el horno de la cocina económica y envueltos en paños antes de meterlos en la cama.
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