En Mallorca corren tiempos de ahorro extremo: de hoteles apagados, de ganar espacio en los camiones con botellas cuadradas y de suprimir embalajes y paquetes para recortar papel. Pese a haber estado este verano más llena que nunca en la historia, la isla se ha puesto a dieta de lo más básico. La crisis tumba el consumo de agua, luz y alimentos. El puerto recibe menos mercancías que nunca y los servicios de recogida de basura constatan que la isla contamina mucho menos.En tiempos de crisis, hasta la basura se resiente.
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Una isla es un buen campo de pruebas: se ve a la perfección lo que entra y sale de ella. Y tiene mala pinta. Con más gente que nunca, menos consumo de básicos. Están las cuentas corrientes muy achuchaicas...