Susan Maushart vivió el sueño de todo padre moderno: Desconectó a sus hijos adolescentes. Durante seis meses, Maushart quitó la internet, la televisión, los iPods, los celulares y los juegos de vídeo. El fantasmagórico brillo de las pantallas dejó de iluminar la sala de estar. Los aparatos electrónicos ya no sonaban por la noche, como "grillos maléficos". Y ella dejó de llevar su iPhone al baño. El resultado de lo que Maushart llama "El Experimento" fue una inmersión en la vida real.
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