No veo el momento de largarme a Irlanda y dar unas cuantas clases de Biología en español. O, mejor aún, a Finlandia, es decir, a un lugar donde ni siquiera conozca el idioma de mis alumnos, ni de sus padres, ni de mis compañeros, y en el que daré clases de una materia que tampoco conozco. Brillante, ¿a que sí? Pues eso, exactamente eso, es lo que está pasando en las Vegas. Perdón, en Madrid.
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