El primer reloj mecánico conocido fue instalado en 1283 en la abadía de Dunstable, Inglaterra. Constaba de dos ruedas dentadas que se engranaban gracias a un mecanismo llamado escape, impulsado por una pesa. El movimiento constante del escape es la fuente del famoso "tic-tac", que se convirtió desde entonces en la voz del tiempo. Estos primeros relojes, conectados a una campana, no mostraban la hora, sólo la hacían sonar.
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