León siempre fue una Ciudad proclive a la jarana, la picaresca y la bohemia dentro de un orden, claro está. Prueba de ello es que en un pueblón que por los años veinte no llegaba a los diez mil habitantes florecían las tabernas, burdeles, cafés-concert y antros de todo tipo, auténticos islotes de libertad en el esparcimiento de nuestros abuelos, y sus calles eran el escenario de las correrías de numerosos personajes novelescos, entre los cuales la historia ha escogido a nuestro sin par Genarín para que salte por sus páginas rociándolas de orujo
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