La parte buena de la sentencia, valenciana y azarosa (de agua de azar que tuvieron que darme; pues de azahar no tuvo nada: estaba cantada desde las profundas simas de la amistad entre juez y parte), sobre el extraño caso del señor Camps, es que Terra Mítica gana mucho en facilidades para entretener más allá de toda sospecha al respetable pero no respetado contribuyente.
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