Dos de cada tres canadienses consideran que gastar 1.000 millones de dólares en la organización de las cumbres del G-8 y del G-20 que empiezan hoy en las afueras de Toronto es un auténtico despilfarro en los tiempos que corren. Máxime cuando de lo que van a discutir los líderes de los países más desarrollados del mundo y algunos emergentes es de apretarse el cinturón.
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