Los cuatro últimos ministros de cultura han estado sistemáticamente entre los peor valorados de sus respectivos gabinetes. Dos mujeres y dos hombres, en gobiernos de dos colores diferentes, con experiencias y currículos sumamente variados… ¿eran tal vez todos ellos torpes de solemnidad? ¿Ignorantes? ¿Perversos? ¿Corruptos? ¿Arrogantes? ¿Qué lleva a que la cartera de cultura, con connotaciones supuestamente positivas para el ciudadano medio, sea merecedora de un tratamiento semejante?
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