Para tapar una mancha la solución no es blanquear toda la pared. Al final resulta un esfuerzo ímprobo pues aquella vuelve a aparecer. Ensalzar la figura del Rey y convertirle en el conciliador de todas las afrentas contra España es un juego tremendamente peligroso y por lo que se ve adictivo para los que tiran con pólvora ajena.
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