El último Consejo Europeo ha resultado mucho más relevante, y nefasto, de lo esperado. Asegurar que la UE se ha convertido en un club de 27 países sometidos a la diarquía de París y Berlín, especialmente de la canciller alemana Angela Merkel, ya no es noticia. Pero sí lo es la perversa corriente doctrinal que se está imponiendo en la construcción de la Nueva Europa unida. Sus rasgos distintivos son dos: puritanismo y capitalismo financiero
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