Gracias a la libertad de expresión, que invocan pero no practican en su Iglesia, los obispos tienen derecho a manifestarse y a decir lo que quieran. Pero si predican verdades absolutas como fuente del sistema legal, es lógico que se les responda que las leyes se hacen desde la voluntad de los ciudadanos y no desde las revelaciones divinas, porque vivimos en un Estado no confesional y no en una dictadura teocrática. En la mayoría de ocasiones, la jerarquía eclesial lo que defiende, escudándose en las verdades reveladas, son espacios de poder.
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