Estamos al final de la extracción de hidrocarburos geológicamente accesibles. Entramos en una fase en la que hay que extraer de formaciones geológicas extremadamente difíciles, bien sea debajo del mar, a gran profundidad, o en el Ártico. Lo bueno se ha agotado; ya sólo queda la porquería. Las consecuencias ambientales enormes. Ya lo hemos visto en el golfo de México, con el derrame de BP. Imagíne la probabilidad de que eso ocurra en los yacimientos brasileños a 4.000 metros de la superficie del mar debajo de una capa de sal con enorme presión.
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